Algo fue extraordinario
y brilló un sol exacto.
Al tiempo, detenido,
acudió un aire limpio.

Cuando todo obedece
y ocupa su lugar
no hay ningún dios que valga
que pueda bendecirnos.

Así que, Reinas mutuas
allí fuimos nombradas,
coronadas de flores,
de risas y de gestos,
de amor por las palabras.



Ana Mañeru Méndez. Poemas de la luz. Revista Duoda nº 18, 2000.

Comentarios

Entradas populares de este blog

De deseo somos (Eduardo Galeano)

La poesía no es un lujo (Audre Lorde)

Ella viene antes del pensar