Tres Guineas. Virginia Woolf

 Tres guineas


Virginia Woolf pintada por Roger Fry

"Miremos primero la parte exterior de las cosas, el aspecto general. Recordemos que las cosas tienen exteriores e interiores. Ahí, al alcance de la mano, tenemos un puente sobre el Támesis, admirable plataforma para esa inspección. El río discurre por debajo de este puente; pasan barcazas cargadas de madera, rebosantes de trigo; en una orilla están las cúpulas y las agujas de la ciudad; en la otra, Westminster y las Cámaras Parlamentarias. Es un lugar en el que se puede estar de pie, durante horas, soñando. Pero no ahora. Ahora tenemos prisa. Ahora estamos aquí para analizar hechos. Ahora tenemos que fijar nuestra vista en el desfile, el desfile de los hijos varones de los hombres con educación. Ahí van nuestros hermanos educados en las escuelas públicas y en las universidades, subiendo esa escalinata, entrando y saliendo por esas puertas, ascendiendo a esos púlpitos, predicando, enseñando, administrando justicia, practicando la medicina, haciendo negocios, ganando dinero. Es siempre un solemne espectáculo, el de un desfile, como el espectáculo de una caravana cruzando el desierto. Bisabuelos, abuelos, padres, tíos, todos siguieron esos caminos, con togas, con pelucas, algunos con cintas cruzándoles el pecho y otros sin. Uno fue obispo. El otro juez. Uno fue almirante. El otro general. Uno fue profesor. El otro médico.(...)
Y algunos se apartaron del desfile y, según las últimas noticias, fueron vistos en Tasmania, dedicados a nada; y otros fueron vistos, ataviados con cierto desaliño, vendiendo periódicos en Charing Cross. Pero la mayoría de ellos siguieron marcando el paso, anduvieron como los cánones mandan y, entre una cosa y otra, ganaron el dinero suficiente para que su casa situada, en términos generales, en algún lugar del West End, estuviera provista de buey y cordero para todos, y de educación para Arthur. Es un espectáculo solemne el de este desfile, es un espectáculo que a menudo nos ha obligado, como quizás usted recuerde, al contemplarlo de soslayo desde una alta ventana, a formularnos ciertas preguntas. Pero ahora, y durante los últimos veinte años aproximadamente, ya no es un mero espectáculo, una fotografía, un fresco pintado en los muros del tiempo, que podamos mirar con simple apreciación estética. No, por cuanto, trotando al final del desfile, vamos nosotras. Y ahí está la diferencia. Nosotras, que durante tanto tiempo hemos contemplado esa ilustración en los libros o que, desde una ventana con visillos, hemos visto cómo los hombres con educación salían de su casa hacia las nueve y media de la mañana para ir a sus asuntos y regresaban a su casa hacia las seis y media, procedentes de sus asuntos, ya no estamos obligadas a mirar pasivamente. También nosotras podemos salir de casa, podemos subir esos peldaños, entrar y salir por esas puertas, llevar pelucas y togas, ganar dinero, administrar justicia. Imagínese, un día cualquiera puede usted ponerse en la cabeza la peluca de juez y llevar capa de armiño sobre los hombros, sentarse bajo el león y el unicornio; cobrar un sueldo de cinco mil al año, con jubilación. Nosotras, que ahora nos dedicamos a rascar papel con nuestras humildes plumas, podremos dentro de uno o dos siglos hablar desde el púlpito. Nadie osará contradecirnos; seremos portavoces del espíritu divino ¿Solemne perspectiva, verdad? Y quien sabe si, al paso del tiempo, no podremos vestir el uniforme militar, con dorados bordados en el pecho, espada al cinto, y tocadas con algo parecido al viejo cubo de carbón familiar, con la salvedad de que ese venerable objeto nunca estuvo adornado con blancas crines.
(...) Las preguntas que tenemos que formularnos y contestarnos, con referencia al desfile, en este momento de transición, son tan importantes que bien pudieran cambiar la vida de todos los hombres y de todas las mujeres para siempre. Sí, porque tenemos que preguntarnos, aquí y ahora: ¿Deseamos unirnos al desfile o no? ¿Con qué condiciones nos uniremos al desfile? Y, sobre todo, ¿a dónde nos conduce ese desfile de hombres con educación?
El tiempo de que disponemos es breve (...) Pero es preciso dar respuesta a esas preguntas; son tan importantes que si todas las hijas de los hombres con educación no hicieran nada en todo el día, salvo examinar este desfile desde todos los ángulos, ponderarlo y analizarlo, pensar en él y leer acerca de él, y si reunieran todas sus ideas y todas sus lecturas, y todo lo visto y todo lo adivinado, darían a su tiempo un empleo mucho mejor que desarrollando cualquiera de las actividades actualmente abiertas a ellas. Pero usted alegará que no tiene tiempo para pensar; tiene que librar sus batallas, pagar el alquiler, organizar tómbolas. Estas excusas no valen, Madam. (...) las hijas de los hombres con educación siempre han ejercido el pensamiento sobre la marcha; no bajo verdes lámparas en mesas de estudio, no en claustros de aisladas universidades. Han pensado mientras vigilaban el puchero, mientras mecían la cuna. Así conquistaron para nosotras el derecho a nuestra flamante moneda de seis peniques. A nosotras corresponde seguir pensando. ¿Cómo vamos a gastar los seis peniques? Debemos pensar. Pensemos mientras estamos en las oficinas, en los autobuses; mientras en pie entre la multitud contemplamos coronaciones y celebraciones municipales (...) Jamás dejemos de pensar: ¿Qué es esa civilización en la que nos hallamos? ¿Qué son esas ceremonias y por qué hemos de participar en ellas? ¿Qué son esas profesiones y por qué hemos de ganar dinero con ellas? ¿A dónde, en resumen, nos lleva ese desfile de hijos varones de hombres con educación?".


Fragmento de Tres Guineas, Virginia Woolf

Comentarios

  1. Muy bien traido este fragmento para el momento que nos toca hoy vivir. Besos.

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  2. qué lucidez la imagen que evoca del desfile! Y qué sabiduria la de esta mujer y la tuya por traerlo también. Yo, como hombre supuestamente obligado a desfilar en orden, me sigo haciendo preguntas parecidas para cada paso de mi camino vital en este mundo en transición continua
    besos
    pepillo

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  3. Me parece impresionante, que sirve perfectamente para el tiempo que estamos viviendo.

    Sólo falta que reediten este maravilloso libro.

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