Cuerpo femenino



Los libros que leíste. El miedo
de las noches, las banquetas
de encina, tu pasar
encorvado, que escondías
de todos los muchachos. Las dos oposiciones,
los niños, cuatro partos, mil anginas y cincuenta
kilogramos servidos de embarazo.
Las bolsas de la compra.
Las prisas y tus sueños. Tu almohada
de espinas. Tu aprender
de la muerte. Quirófanos, estrellas,
las horas de cocina y el limpiar
el pescado, cada tarde, los sábados.
Exámenes, mudanzas. El tacón
del domingo, los renglones
torcidos que escribías,
trasnochando, y las veces
que alzaste desde el suelo, sostenidas en vilo,
dos arrobas de llanto.

Todo esto está inscrito, aunque nadie lo vea,
en ese claroscuro que revisa tu médico.
Ya se sabe, los años...
Si señor, mi esqueleto
ha vivido conmigo cada instante
y hoy me pasa factura. Pues lo huesos
mejor que en un diario,
registran nuestra historia como nadie.

Juana Castro (Córdoba). En el libro de Carmen Valls Llobet Mujeres invisibles.

 Leo este poema y pienso que bien lo podría haber escrito mi madre, con sus huesos sabios, de quien he aprendido la importancia del cuidado para la vida.

Comentarios

  1. Y también lo podían haber escrito tantísimas mujeres... Gracias.

    ResponderEliminar
  2. precioso el poema, yo tambien veo ahí a mi madre y a muchas mujeres. Seguro que le encantará cuando se lo lea
    besos

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

De deseo somos (Eduardo Galeano)

La poesía no es un lujo (Audre Lorde)

Ella viene antes del pensar