Mía Gallegos



De «Los reductos del sol»


III


Me aferro al cuerpo
como único reducto permitido.

Carezco de sitios de ternuras y llantos.

De nuevo palpo la llama del pájaro quebrado.

Busco abrigo en lana.


He puesto mis pies debajo de las aguas

y por la presión

de mis párpados callados

sé que no soy ni siquiera una isla.



VIII


Vivir, ya he dicho:

Tener sobre las manos un fajo de papeles:

un lápiz, libros, dibujos, sueños.


El alma al descubierto

vulnerable.

Estar así. Beberse a una misma.

Sollozar.
 
 
Tomar el invierno para tejer

una mansión de lino

Vigilantes los senos,

escondidos en la piel.

Vibrar

Repasar las camisas, acomodar los sueños,

dejar en perfecta armonía los clavos, la canela,

el azúcar y los aromas.



Dejar el alma al despoblado,

musitar pequeños versos de Sor Juana,

olvidar castigos y derrotas.

Recordar el olor de un verano en Guanacaste.

Fruncir el ceño por placer,

sonreír por malicia.

Vivir,

acodada entre sombras,

aniñando los ojos

y olvidar, olvidar.
 

Comentarios

  1. Jo! Qué maravilla se me hace el hecho de vivir al leer este poema. Graciela.

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