La Genealogía de Berta Piñán
GENEALOGÍA La rosa que cortó George Sand, su perfume furtivo en esta tarde última de otoño. Los rebaños australes de Alejandra Pizarnik que mi abuela apacentó después, en la navidad del 57, sola entre la nieve, en los montes de L'Aspru. La llama de un fósforo, en Park Avenue, en las manos ateridas de Margaret Randall, que alumbra ahora mi cigarro en la noche de Madrid; las garzas azules de Elizabeth Bishop que vienen a posarse en la orilla de estos versos y son también aquello que perdimos; Linda Pastan y las voces, al volante, cuando presiente que ya hemos gastado el tiempo que nos queda. Un libro que pasa de mano en mano en una mañana apacible de Dachau -Alemania- y que yo abro ahora, 60 años después, para recordar que nunca más seremos inocentes. La carta que Adrienne Rich nunca envió, donde decir adiós y decir lo siento le dolía tanto -el corazón de una mujer arde en ese cuarto-. Los números secretos de Szymborska, el manzano qu...